sábado, 26 de febrero de 2011

Las egipcias

OPINIÓN

Feminismo


En comparación con otros países de la región y en lo que respecta a los derechos de las mujeres, Egipto podría estar mucho peor: en el 2000 se pasó una legislación para permitir el divorcio igualitario, en el país ha habido grandes avances en cuanto a la educación, la desaceleración demográfica, el éxito de la planificación familiar y la incorporación en la esfera pública y laboral de las egipcias es considerable. Hasta Mubarak con frecuencia simpatizaba con los derechos de las mujeres.

Estas pacientes luchas feministas han generado profundos cambios y suficiente autonomía para participar y tener incidencia política; de ahí que las egipcias tuvieran la misma seguridad y valentía que los hombres cuando se trató de salir a luchar por la revolución.

Sin embargo, la situación de las mujeres en Egipto es ambigua. Mientras este es uno de los países árabes que más garantías ofrece para las mujeres y sus derechos, también es un país donde 83% de las egipcias y 98% de las extranjeras son acosadas sexualmente y hay un incidente de acoso sexual o violación cada 30 minutos que suma 20.000 víctimas al año, según el Centro Nacional de Estudios Sociales y Criminológicos. Ante estas estadísticas yo me habría resistido a salir al tumulto a manifestarme, pues nada es tan propicio para el manoseo impune y morboso como la masa aglomerada. Esos peligros latentes no disuadieron a las egipcias, que más valientes que yo, salieron a las calles dispuestas a tomarse la Plaza de Tahrir hasta que cayera Mubarak.

Entonces sucedió algo maravilloso: nada. Ninguna mujer fue violada o acosada en la Plaza de Tahrir. “Pasé la noche en la Plaza rodeada de muchas personas diferentes. Esa noche, Tahrir era el lugar más seguro para una mujer”, le dijo Marwa Faroak, una activista política, a The Washington Post. Hoy Faroak comenta que sale sin miedo a la calle, “fuimos pares en la revolución” dijo, “y por eso ahora nos respetan, ahora tenemos que usar este momento de manera asertiva, las mujeres deben participar en la vida política de Egipto”.

Faroak tiene toda la razón, los beneficios de la revolución pueden llegar a ser muy grandes para las egipcias, pero también, y con muchísima facilidad, pueden diluirse en las arenas del desierto. En el recién formado comité de reforma constitucional no hay representación femenina, tampoco en el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Es probable que la nueva constitución se apoye en la sharia islámica (así lo piensa el 64% del país), pero la decisión crucial está en escoger cuál de sus interpretaciones seguir y para eso es necesario una mujer que defienda los intereses de su género.

Una democracia implica que muchos grupos islamistas conservadores aspiren al poder político y ante ellos las mujeres tendrán que defender los beneficios que han alcanzado. Las egipcias tendrán que inventarse cómo ser mujeres en una democracia, y esto va desde la reflexión romántica sobre quiénes son y qué quieren hasta el aprendizaje pragmático de las mañas de la política.

“¡Cuatro egipcios han muerto por la humillación y la pobreza!” decía el cartel que cargaba Asmaa Mahfouz en la Plaza de Tahrir. Mahfouz es una mujer de 26 años que está luchando por la revolución egipcia desde el 2008, cuando fue una de las fundadoras del Movimiento Juvenil 6 de Abril. Es una entre millones de mujeres árabes que unidas colaboraron con el nacimiento de una nueva democracia, algo que les ha ganado el respeto de sus pares y el derecho a exigir sus derechos. Estas mujeres se encuentran en un fugaz momento en que pueden ganar mucho o perderlo todo.

Ojalá que las egipcias no se duerman en sus jazmines.

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