lunes, 7 de marzo de 2011

Hortalizas y frutas sin pasar por caja

ANTEQUERA

Clase trabajadora


Con crisis o sin ella, un saco de patatas, unos kilitos de cebolla o unas pocas de manzanas nunca vienen mal para aliviar la economía doméstica si no se paga nada por ellas. Eso es lo que piensan la mayoría de los rebuscadores, como se conoce a quienes aprovechan los restos de las cosechas que los jornaleros dejan en los cultivos por no tener la calidad suficiente para venderlos en los mercados.

Parados, jubilados y aficionados a la rebusca se acercan habitualmente a las tierras de la Vega de Antequera para llevarse a casa frutas, verduras y hortalizas que de otra manera se echarían a perder en los cultivos. Una práctica habitual que consienten los empresarios agrícolas y que existe desde siempre, quizá ahora con algunos adeptos más debido a la situación económica de muchas familias. Es el caso de Pepe Conde, un vecino de la pedanía antequerana de Cartaojal que ocasionalmente iba a la rebusca y que ahora, al estar en el desempleo, va con más frecuencia. «Estoy parado, no tengo otra faena que hacer y tengo que llevarme algo para mi casa para que mi familia pueda ir tirando», afirmó Pepe mientras rebuscaba en una finca las patatas tardías que podía llevarse junto a un vecino que quiso permanecer en el anonimato. «No tengo trabajo, pero sí a dos niños pequeños que alimentar y pagar un alquiler», admitió otro rebuscador que no dio su nombre.

Pepe también acudía antes de estar en desempleo «porque el producto del campo no es el mismo que el de los supermercados», dijo. «La calidad es un poquito más mala que la de la recolección, pero están bien buenas», aseguró refiriéndose a las patatas que ya tenía en una bolsa. «Cuando vengo cojo todas las que necesito para no venir más. En una mañana puedo coger 40 ó 50 kilos y ya tenemos hasta la próxima cosecha, que es en julio con las patatas tempranas», apuntó Pepe Conde, quien apuntó que el secreto para mantener tantos tubérculos sin que se pongan malos es guardarlos en un cuarto oscuro. Para que los cuatro miembros de su familia puedan subsistir, Pepe también recoge ajos, cebollas, cerezas, manzanas y todo lo que da el campo. «Se busca uno la vida», aseguró, aunque para ello tenga que desplazarse por gran parte de la comarca e, incluso, por pueblos de otras provincias, como Loja. Normalmente a tierras donde ya le conocen.

Miguel Porras no está parado, sino jubilado. Es el padre de un trabajador de la finca que los hermanos Paradas Torres tienen arrendada para sembrar patatas. «He venido a ver a mi hijo y ya me voy a llevar un cubito de papas para la casa de las que se han quedado atrás», aseguró. Y es que los rebuscadores van siempre detrás de los jornaleros buscando aquellos productos que se puedan aprovechar. «Voy dándoles patadas a la tierra y van saliendo. Ya he cogido unos 20 kilos, con esto se ahorra uno de comprarlas porque están ya muy caras, un saquito de 15 kilos vale ya ocho euros», afirmó Miguel.

- «Una ayudita».

«Mi mujer y yo tenemos una pensión, pero una ayudilla extra no viene mal», matizó. Pero Miguel rebusca sobre todo porque le gusta el campo. Va por almendras, cebollas, espárragos e incluso tiene un pequeño huerto. «Hace poco hablé con el dueño de una finca de almendras de Villanueva de Algaidas y me llevé seis sacos. No las vendo porque son muy baratas y para eso se las regalo a la familia ya picadas», comentó Miguel para matizar que lo hace para tener una distracción y salir de Cartaojal.

En la rebusca, las caras son casi siempre las mismas, aunque con frecuencia aparecen nuevos rebuscadores. Los propietarios de los cultivos y las cooperativas han permitido esta actividad al considerar que no les perjudican. «Esa patata se quedaría en el campo y no la recogeríamos nunca», explicó Francisco Manuel Sánchez, técnico agrícola de la cooperativa Horticultores El Torcal, quien matizó que nunca dejan que recojan antes de que hayan pasado los jornaleros.

Francisco Paradas lleva toda su vida dedicándose al campo junto a su hermano José Luis y asegura que la rebusca no tiene nada que ver con la crisis. «Los rebuscadores han existido siempre, vienen de todos lados. El otro día nos encontramos cinco o seis que venían de recoger aceitunas», cuenta el agricultor, quien denunció que entre tantos siempre hay alguno que echa mano de las patatas seleccionadas para la venta. Por eso, él y su hermano no dejan de hacer rondas para vigilar sus tierras.

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