Movilizaciones
Las protestas pro-democráticas y contra las dictaduras financiadas por occidente en el mundo árabe han puesto de manifiesto, una vez más, la inmensa hipocresía de nuestros gobernantes. ¿De qué lado están los gobiernos occidentales, del lado de los manifestantes o del lado de los dictadores? La respuesta es simple: del lado de aquellos que generan beneficios millonarios para las grandes multinacionales de Occidente.
Pero esto no es ninguna sorpresa. Es sabido que Occidente lleva más de un siglo financiando las dictaduras en Oriente Medio y en el Mundo Árabe, pues es a través de las autocracias que logra controlar las riquezas de esta parte del planeta. Aunque esto signifique la explotación y la pobreza de los pueblos, que se enfrentan al desmantelamiento de las políticas sociales, auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional, para lograr pagar la deuda externa generada por las millonarias compras de armamento occidental... En cuanto a las aspiraciones de la sociedad civil, la pobreza cada vez más generalizada, la tortura y la represión, la falta de libertades y derechos… a ningún gobernante occidental le importan lo más mínimo. Y así lo han demostrado todos ellos, de forma ininterrumpida, sin excepciones conocidas, desde hace más de un siglo. Las recientes declaraciones de Henry Kissinger son significativas: “hemos tenido cinco presidentes que consideraron que Hosni Mubarak era la mejor manera de alcanzar los objetivos de EEUU en la región”.
No hay más que rescatar de las hemerotecas las sucesivas declaraciones de dirigentes occidentales, elogiando a los tiranos árabes: por sus políticas económicas, por el mantenimiento de la estabilidad, por contribuir a la seguridad internacional, por garantizar el secularismo y frenar el avance de los movimientos islamistas… En definitiva: por ser sumisos a los dictados de los mercados financieros de Occidente y del Fondo Monetario Internacional.
Este cuadro general sólo contempla una variante: la connivencia o no con el Estado de Israel. Lo cual pone de manifiesto el papel decisivo de Israel en el mantenimiento de las dictaduras en el mundo árabe, algo corroborado por las declaraciones de Netanyahu en apoyo a Ben Ali y a Mubarak, además de por décadas de connivencia con los Banu Saud y otras monarquías fabricadas por el colonialismo. No sorprende saber que la diplomacia israelí ha hecho todo lo posible por salvar a Mubarak. Desde luego, la preocupación de Israel está justificada, no solo por el peligro del advenimiento del islam político, sino por el hecho de que los gobiernos democráticos que pueden surgir no mantendrán la complicidad de sus países con el genocidio del pueblo palestino. La apertura de la frontera de Gaza con el Sinaí es una clave para la supervivencia del pueblo palestino. ¡Esta es una razón de peso para dar la bienvenida a la democracia en Egipto y en Oriente Medio!
¿Y qué decir del "islamismo"? Se trata del espantajo atiazado para justificar el apoyo a las dictaduras "laicas". Sin embargo, se oculta de forma deliberada que la democracia parlamentaria es hoy en día aceptada de forma mayoritaria por los llamados partidos islamistas en todo el mundo árabe.
Un caso paradigmático es el de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Ya en 1944 su fundador, Hasan al-Banna, defendía la participación en las elecciones parlamentarias con el argumento de que la Constitución egipcia era “islámica”, ya que reconocía que la autoridad recae en el pueblo, garantizaba la toma de decisiones en concertación (Shura) y el respeto a las libertades individuales. En alguno de sus escritos se mostró favorable a la democracia parlamentaria: “Las bases de la organización política fundada en la representación parlamentaria no contradicen los fundamentos que el islam ha establecido para la organización del poder”. Desde sus orígenes, los Hermanos Musulmanes no han dejado de repetir que su intención no era la toma del poder, sino educar a la sociedad e influenciar al sistema, para que los ideales islámicos de justicia fuesen implementados. A pesar de ello, son agitados como un espantajo por los medios de manipulación de masas y los gobiernos de Occidente. (No soy fan de los Hermanos Musulmanes, pero estoy contra su demonización. Para conocer sus posicionamientos, se puede visitar su página en inglés).
Ahora se habla de la vuelta a Túnez de Rachid al-Ghannouchi, fundador y líder histórico del partido tunecino En-Nahda, tras 22 años de exilio. Según Ghannouchi, el islam ofrece un marco más fecundo que el occidental para que la democracia fructifique. Existe un libro en el cual Azam Tamini desmenuza su pensamiento: Rachid Ghannouchi: A Democrat Within Islamism, editado por Oxford University Press. Entre sus ideales: “un sistema islámico basado en la voluntad de la mayoría, elecciones libres, una prensa libre, protección de minorías, igualdad de los partidos seculares o religiosos, y la plena consecución de los derechos de las mujeres en todos los ámbitos, desde participar en las elecciones, a la libertad de vestimenta, el derecho al divorcio, hasta el derecho a ser jefe de estado. El papel de Islam es proporcionar un sistema ético.”
Un sistema ético que pasa necesariamente por la abolición de la usura, que garanticen los servicios básicos para toda la población y el establecimiento de mecanismos que eviten la acumulación de capital en unas pocas manos. Algo tan válido para España como para Egipto.
En definitiva: es un hecho que los movimientos islamistas son hoy en día los adalides de la democracia, frente a las tiranías corruptas financiadas por Occidente. Resulta curioso ver como se invierten los términos, hasta el punto de hacer pasar por absolutistas a los opositores que exigen democracia… y en la salvación de la misma a los dictadores que reprimen las libertades cívicas. ¿El mundo al revés? El mundo visto a través de los medios de manipulación de masas. Es decir, desde el prisma de los intereses de las grandes corporaciones financieras de Occidente.
Pero esto no es ninguna sorpresa. Es sabido que Occidente lleva más de un siglo financiando las dictaduras en Oriente Medio y en el Mundo Árabe, pues es a través de las autocracias que logra controlar las riquezas de esta parte del planeta. Aunque esto signifique la explotación y la pobreza de los pueblos, que se enfrentan al desmantelamiento de las políticas sociales, auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional, para lograr pagar la deuda externa generada por las millonarias compras de armamento occidental... En cuanto a las aspiraciones de la sociedad civil, la pobreza cada vez más generalizada, la tortura y la represión, la falta de libertades y derechos… a ningún gobernante occidental le importan lo más mínimo. Y así lo han demostrado todos ellos, de forma ininterrumpida, sin excepciones conocidas, desde hace más de un siglo. Las recientes declaraciones de Henry Kissinger son significativas: “hemos tenido cinco presidentes que consideraron que Hosni Mubarak era la mejor manera de alcanzar los objetivos de EEUU en la región”.
No hay más que rescatar de las hemerotecas las sucesivas declaraciones de dirigentes occidentales, elogiando a los tiranos árabes: por sus políticas económicas, por el mantenimiento de la estabilidad, por contribuir a la seguridad internacional, por garantizar el secularismo y frenar el avance de los movimientos islamistas… En definitiva: por ser sumisos a los dictados de los mercados financieros de Occidente y del Fondo Monetario Internacional.
Este cuadro general sólo contempla una variante: la connivencia o no con el Estado de Israel. Lo cual pone de manifiesto el papel decisivo de Israel en el mantenimiento de las dictaduras en el mundo árabe, algo corroborado por las declaraciones de Netanyahu en apoyo a Ben Ali y a Mubarak, además de por décadas de connivencia con los Banu Saud y otras monarquías fabricadas por el colonialismo. No sorprende saber que la diplomacia israelí ha hecho todo lo posible por salvar a Mubarak. Desde luego, la preocupación de Israel está justificada, no solo por el peligro del advenimiento del islam político, sino por el hecho de que los gobiernos democráticos que pueden surgir no mantendrán la complicidad de sus países con el genocidio del pueblo palestino. La apertura de la frontera de Gaza con el Sinaí es una clave para la supervivencia del pueblo palestino. ¡Esta es una razón de peso para dar la bienvenida a la democracia en Egipto y en Oriente Medio!
¿Y qué decir del "islamismo"? Se trata del espantajo atiazado para justificar el apoyo a las dictaduras "laicas". Sin embargo, se oculta de forma deliberada que la democracia parlamentaria es hoy en día aceptada de forma mayoritaria por los llamados partidos islamistas en todo el mundo árabe.
Un caso paradigmático es el de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Ya en 1944 su fundador, Hasan al-Banna, defendía la participación en las elecciones parlamentarias con el argumento de que la Constitución egipcia era “islámica”, ya que reconocía que la autoridad recae en el pueblo, garantizaba la toma de decisiones en concertación (Shura) y el respeto a las libertades individuales. En alguno de sus escritos se mostró favorable a la democracia parlamentaria: “Las bases de la organización política fundada en la representación parlamentaria no contradicen los fundamentos que el islam ha establecido para la organización del poder”. Desde sus orígenes, los Hermanos Musulmanes no han dejado de repetir que su intención no era la toma del poder, sino educar a la sociedad e influenciar al sistema, para que los ideales islámicos de justicia fuesen implementados. A pesar de ello, son agitados como un espantajo por los medios de manipulación de masas y los gobiernos de Occidente. (No soy fan de los Hermanos Musulmanes, pero estoy contra su demonización. Para conocer sus posicionamientos, se puede visitar su página en inglés).
Ahora se habla de la vuelta a Túnez de Rachid al-Ghannouchi, fundador y líder histórico del partido tunecino En-Nahda, tras 22 años de exilio. Según Ghannouchi, el islam ofrece un marco más fecundo que el occidental para que la democracia fructifique. Existe un libro en el cual Azam Tamini desmenuza su pensamiento: Rachid Ghannouchi: A Democrat Within Islamism, editado por Oxford University Press. Entre sus ideales: “un sistema islámico basado en la voluntad de la mayoría, elecciones libres, una prensa libre, protección de minorías, igualdad de los partidos seculares o religiosos, y la plena consecución de los derechos de las mujeres en todos los ámbitos, desde participar en las elecciones, a la libertad de vestimenta, el derecho al divorcio, hasta el derecho a ser jefe de estado. El papel de Islam es proporcionar un sistema ético.”
Un sistema ético que pasa necesariamente por la abolición de la usura, que garanticen los servicios básicos para toda la población y el establecimiento de mecanismos que eviten la acumulación de capital en unas pocas manos. Algo tan válido para España como para Egipto.
En definitiva: es un hecho que los movimientos islamistas son hoy en día los adalides de la democracia, frente a las tiranías corruptas financiadas por Occidente. Resulta curioso ver como se invierten los términos, hasta el punto de hacer pasar por absolutistas a los opositores que exigen democracia… y en la salvación de la misma a los dictadores que reprimen las libertades cívicas. ¿El mundo al revés? El mundo visto a través de los medios de manipulación de masas. Es decir, desde el prisma de los intereses de las grandes corporaciones financieras de Occidente.
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