Clase trabajadora
La Central es mucho más diversa que el imaginario monolítico que pintan los medios dominantes.
Para la circulación mediática, todavía, la CGT es como la pintan La Nación y Clarín: una serie de morochos con camperas negras que se juntan misteriosamente y se ponen de acuerdo en base a negocios insondables. Desde hace muchos años, los gerentes de recursos humanos de esos dos diarios se dedican con fruición a impedir la organización gremial de sus trabajadores de prensa. Colaboran en esa dirección, con muchísimo esfuerzo, muchos editores y periodistas que sobrevivieron a las purgas. Años atrás, hasta los noventa, era casi ley respetar las secciones de Gremiales. La precarización laboral de los noventa se llevó también a quienes daban cuenta de las noticias del mundo del trabajo desde el punto de vista de los representantes de los asalariados. Quienes contribuyeron también de modo enfático a ese proceso fueron algunos de los dirigentes gremiales que vieron la oportunidad de repetir una vieja artimaña: aprovechar el espacio de representación como una cuota de poder para saltar de bando. Si hubo un caso emblemático fue José Pedraza, quien no tuvo empacho en que su esposa presidiera el Belgrano Cargas privatizado (dicho sea de paso, Pedraza empezó como peón del Belgrano) y él se presentara a sucesivas elecciones como candidato de la Lista Verde para así quedar de modo perpetuo al frente de la Unión Ferroviaria. Además Pedraza se garantizaba un lugar en el Comité Central Confederal de la CGT a cargo de la secretaría de Cultura, Ciencia y Técnica. Días pasados, tras su detención le pregunté a Juan Carlos Schmit, secretario de Capacitación de la CGT, qué pensaba de esa vida burguesa que ostentó Pedraza hasta su mudanza forzosa a una celda del complejo penitenciario de Ezeiza. La respuesta fue interesante: “Es un problema de los trabajadores ferroviarios”. Interesante porque refleja la esencia de la representatividad que se delega en un sindicalista. Cuando se pervierte el contrato social la respuesta no sale desde quien usurpa el sillón sino, desde quienes están a su lado, porque lo eligen o porque –como sucede muchas veces– sufren la humillación de ser víctimas de los mecanismos destinados a mantenerse en la conducción. Y no cabe dudas que la detención de Pedraza se debió a que cobró visibilidad la perversión de la banda que dirigía el nuevo inquilino del penal de Ezeiza. Para los que no alimentaban el feudo de Pedraza funcionó la tolerancia cero. Cero incorporación a la Unión Ferroviaria, cero derecho a trabajar dentro de la empresa, cero derecho a ganar lo mismo que un ferroviario por la misma tarea. Un tercerizado es un ciudadano de tercera. Esa maquinaria incluyó matones que un buen día se cargaron a Mariano Ferreyra y casi terminan con la vida de otros trabajadores. No hay procesos milagrosos. Por eso, desconociendo la conciliación obligatoria, el viernes los usuarios de trenes se vieron humillados. El paro ferroviario es demostrativo de que todavía la maquinaria perversa no es sólo de Pedraza. Es cierto que está la Lista Bordó, que conduce el Sarmiento. Es cierto que la incorporación de los tercerizados como ferroviarios va a producir un efecto contagio y se van a derribar algunas barreras de miedo. Pero será un proceso. Nada fácil. Y una de las mejores cosas que puede pasar es que nadie se meta. Lo que dijo Schmidt vale para muchos gremios. Es difícil predecir qué maldades podrán hacer quienes hoy quedaron con el manejo de la Unión Ferroviaria. Quizá puedan extender el paro, o puedan hacer sabotajes. Quizá se viva una especie de Plan Larkin al revés: en vez de ser los trabajadores ferroviarios los que iban presos a principios de los sesenta, esta vez algunos grupos pedracistas puedan intentar mantener la maquinaria de negocios montada en los noventa y que, hay que decirlo, pudo sobrevivir y adaptarse a un cambio de los tiempos.
- Empresarios y obreros.
Pero, para hablar en serio de esto, es preciso recordar que son los empresarios los primeros en acercarse a sobornar a los representantes obreros. Son los primeros en buscar jefes de personal o gerentes de recursos humanos cuya habilidad principal sea hacerse amigo de los dirigentes sindicales, propiciar a fulano o a mengano para delegado y tener el alerta permanente para detectar a los trabajadores que pueden ser parte de corrientes gremiales que no estén de acuerdo con la transa. El tema es que el Ministerio de Trabajo –con Carlos Tomada al frente y con la instrucción precisa de Néstor Kirchner primero y de Cristina Kirchner después– no funcionó como un lugar de enjuague de negocios empresarios. Así como la Secretaría de Industria dejó de ser un feudo de Techint o el Banco Central una continuación de los negocios de los bancos extranjeros. Otra muestra del cambio de los tiempos: cuando Héctor Recalde propuso que los trabajadores recibieran parte de la rentabilidad empresaria. Fue un escándalo para las entidades patronales. Sencillamente porque no pueden aceptar a los asalariados como socios en nada. Y porque no quieren que se les conozcan las cuentas en una época donde las ganancias son altísimas para muchos sectores. A Pedraza lo metieron preso por un crimen. La jueza Wilma López actúa con pericias y testimonios que le permiten haber tomado una decisión que parece será irreversible hasta que decida dictar –o no– la prisión preventiva. Y no la van a amedrentar ni los paros ni las maniobras corruptas que, dicho sea de paso, ya tuvieron un primer intento por parte de los allegados a Pedraza cuando el ex juez Gregorio Aráoz de Lamadrid habría intentado comprar un voto en la estratégica Cámara de Casación. Pero esa maniobra fue detectada y ya actúa la Justicia para determinar si es cierto o no que unos cuantos miles de dólares incautados en el estudio de Aráoz de Lamadrid tenían como destino una coima. A Pedraza no lo metieron preso por jerarca sindical. En todo caso, el desafío es entender que para perpetuar su poderío incluía hasta la eliminación de adversarios. Parece ser que el inconsciente colectivo argentino funciona mucho mejor cuando se toca el límite de la vida. Porque está demasiado cerca el recuerdo de los desaparecidos.
- Prensa y sindicatos.
La Nación y Clarín armaron un sainete cuando se rompió la CTA. De un día para el otro, Pablo Micheli, el aspirante a suceder a Hugo Yasky en la secretaría general, salía en TN, Clarín y Canal 13 como si fuera un descubrimiento de Héctor Magnetto. No es culpa de Micheli desde ya. Pero es hora de tomar conciencia de que la nueva ley de medios deberá tener nuevos comunicadores. La Uocra ya está preparando su canal de televisión, por ejemplo. Ojalá que muchos otros sindicatos hagan lo mismo. Porque, además, se van a poder ventilar muchos temas que, a veces, impiden las charlas a escondidas entre empresarios y dirigentes. Que se vea todo. Para terminar, vale la pena recordar que Hugo Moyano reaccionó de inmediato cuando mataron a Ferreyra. Se los dijo a los propios tercerizados: iba a apoyar el fin del trabajo precario en el ferrocarril. Lo hizo en su condición de secretario general de la CGT. Con una historia atrás. La de haber fraguado el Movimiento de los Trabajadores Argentinos en los noventa y haber impulsado la creación de la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista hace un año y medio. Cuando se fundó esa corriente, La Nación y Clarín no reprodujeron su documento fundacional. Hacía referencia a los hitos más comprometidos del sindicalismo: “Nos animan nuestros líderes y nuestros mártires, los programas de La Falda (1957) y de Huerta Grande (1962), el espíritu del 1° de Mayo de 1968, el Acta de Compromiso Nacional del 8 de Junio de 1973, los 26 puntos de la Cgtra y las luchas del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) contra el neoliberalismo. También el anhelo de servir al conjunto del pueblo argentino”.
Para la circulación mediática, todavía, la CGT es como la pintan La Nación y Clarín: una serie de morochos con camperas negras que se juntan misteriosamente y se ponen de acuerdo en base a negocios insondables. Desde hace muchos años, los gerentes de recursos humanos de esos dos diarios se dedican con fruición a impedir la organización gremial de sus trabajadores de prensa. Colaboran en esa dirección, con muchísimo esfuerzo, muchos editores y periodistas que sobrevivieron a las purgas. Años atrás, hasta los noventa, era casi ley respetar las secciones de Gremiales. La precarización laboral de los noventa se llevó también a quienes daban cuenta de las noticias del mundo del trabajo desde el punto de vista de los representantes de los asalariados. Quienes contribuyeron también de modo enfático a ese proceso fueron algunos de los dirigentes gremiales que vieron la oportunidad de repetir una vieja artimaña: aprovechar el espacio de representación como una cuota de poder para saltar de bando. Si hubo un caso emblemático fue José Pedraza, quien no tuvo empacho en que su esposa presidiera el Belgrano Cargas privatizado (dicho sea de paso, Pedraza empezó como peón del Belgrano) y él se presentara a sucesivas elecciones como candidato de la Lista Verde para así quedar de modo perpetuo al frente de la Unión Ferroviaria. Además Pedraza se garantizaba un lugar en el Comité Central Confederal de la CGT a cargo de la secretaría de Cultura, Ciencia y Técnica. Días pasados, tras su detención le pregunté a Juan Carlos Schmit, secretario de Capacitación de la CGT, qué pensaba de esa vida burguesa que ostentó Pedraza hasta su mudanza forzosa a una celda del complejo penitenciario de Ezeiza. La respuesta fue interesante: “Es un problema de los trabajadores ferroviarios”. Interesante porque refleja la esencia de la representatividad que se delega en un sindicalista. Cuando se pervierte el contrato social la respuesta no sale desde quien usurpa el sillón sino, desde quienes están a su lado, porque lo eligen o porque –como sucede muchas veces– sufren la humillación de ser víctimas de los mecanismos destinados a mantenerse en la conducción. Y no cabe dudas que la detención de Pedraza se debió a que cobró visibilidad la perversión de la banda que dirigía el nuevo inquilino del penal de Ezeiza. Para los que no alimentaban el feudo de Pedraza funcionó la tolerancia cero. Cero incorporación a la Unión Ferroviaria, cero derecho a trabajar dentro de la empresa, cero derecho a ganar lo mismo que un ferroviario por la misma tarea. Un tercerizado es un ciudadano de tercera. Esa maquinaria incluyó matones que un buen día se cargaron a Mariano Ferreyra y casi terminan con la vida de otros trabajadores. No hay procesos milagrosos. Por eso, desconociendo la conciliación obligatoria, el viernes los usuarios de trenes se vieron humillados. El paro ferroviario es demostrativo de que todavía la maquinaria perversa no es sólo de Pedraza. Es cierto que está la Lista Bordó, que conduce el Sarmiento. Es cierto que la incorporación de los tercerizados como ferroviarios va a producir un efecto contagio y se van a derribar algunas barreras de miedo. Pero será un proceso. Nada fácil. Y una de las mejores cosas que puede pasar es que nadie se meta. Lo que dijo Schmidt vale para muchos gremios. Es difícil predecir qué maldades podrán hacer quienes hoy quedaron con el manejo de la Unión Ferroviaria. Quizá puedan extender el paro, o puedan hacer sabotajes. Quizá se viva una especie de Plan Larkin al revés: en vez de ser los trabajadores ferroviarios los que iban presos a principios de los sesenta, esta vez algunos grupos pedracistas puedan intentar mantener la maquinaria de negocios montada en los noventa y que, hay que decirlo, pudo sobrevivir y adaptarse a un cambio de los tiempos.
- Empresarios y obreros.
Pero, para hablar en serio de esto, es preciso recordar que son los empresarios los primeros en acercarse a sobornar a los representantes obreros. Son los primeros en buscar jefes de personal o gerentes de recursos humanos cuya habilidad principal sea hacerse amigo de los dirigentes sindicales, propiciar a fulano o a mengano para delegado y tener el alerta permanente para detectar a los trabajadores que pueden ser parte de corrientes gremiales que no estén de acuerdo con la transa. El tema es que el Ministerio de Trabajo –con Carlos Tomada al frente y con la instrucción precisa de Néstor Kirchner primero y de Cristina Kirchner después– no funcionó como un lugar de enjuague de negocios empresarios. Así como la Secretaría de Industria dejó de ser un feudo de Techint o el Banco Central una continuación de los negocios de los bancos extranjeros. Otra muestra del cambio de los tiempos: cuando Héctor Recalde propuso que los trabajadores recibieran parte de la rentabilidad empresaria. Fue un escándalo para las entidades patronales. Sencillamente porque no pueden aceptar a los asalariados como socios en nada. Y porque no quieren que se les conozcan las cuentas en una época donde las ganancias son altísimas para muchos sectores. A Pedraza lo metieron preso por un crimen. La jueza Wilma López actúa con pericias y testimonios que le permiten haber tomado una decisión que parece será irreversible hasta que decida dictar –o no– la prisión preventiva. Y no la van a amedrentar ni los paros ni las maniobras corruptas que, dicho sea de paso, ya tuvieron un primer intento por parte de los allegados a Pedraza cuando el ex juez Gregorio Aráoz de Lamadrid habría intentado comprar un voto en la estratégica Cámara de Casación. Pero esa maniobra fue detectada y ya actúa la Justicia para determinar si es cierto o no que unos cuantos miles de dólares incautados en el estudio de Aráoz de Lamadrid tenían como destino una coima. A Pedraza no lo metieron preso por jerarca sindical. En todo caso, el desafío es entender que para perpetuar su poderío incluía hasta la eliminación de adversarios. Parece ser que el inconsciente colectivo argentino funciona mucho mejor cuando se toca el límite de la vida. Porque está demasiado cerca el recuerdo de los desaparecidos.
- Prensa y sindicatos.
La Nación y Clarín armaron un sainete cuando se rompió la CTA. De un día para el otro, Pablo Micheli, el aspirante a suceder a Hugo Yasky en la secretaría general, salía en TN, Clarín y Canal 13 como si fuera un descubrimiento de Héctor Magnetto. No es culpa de Micheli desde ya. Pero es hora de tomar conciencia de que la nueva ley de medios deberá tener nuevos comunicadores. La Uocra ya está preparando su canal de televisión, por ejemplo. Ojalá que muchos otros sindicatos hagan lo mismo. Porque, además, se van a poder ventilar muchos temas que, a veces, impiden las charlas a escondidas entre empresarios y dirigentes. Que se vea todo. Para terminar, vale la pena recordar que Hugo Moyano reaccionó de inmediato cuando mataron a Ferreyra. Se los dijo a los propios tercerizados: iba a apoyar el fin del trabajo precario en el ferrocarril. Lo hizo en su condición de secretario general de la CGT. Con una historia atrás. La de haber fraguado el Movimiento de los Trabajadores Argentinos en los noventa y haber impulsado la creación de la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista hace un año y medio. Cuando se fundó esa corriente, La Nación y Clarín no reprodujeron su documento fundacional. Hacía referencia a los hitos más comprometidos del sindicalismo: “Nos animan nuestros líderes y nuestros mártires, los programas de La Falda (1957) y de Huerta Grande (1962), el espíritu del 1° de Mayo de 1968, el Acta de Compromiso Nacional del 8 de Junio de 1973, los 26 puntos de la Cgtra y las luchas del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) contra el neoliberalismo. También el anhelo de servir al conjunto del pueblo argentino”.
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